miércoles, 10 de marzo de 2010

El Vedanta y la tradición occidental

Ananda K. Coomaraswamy, El Vedanta y la tradición occidental, Ed. Siruela, pp. 22-23:

«Pensemos que el "campo" es el círculo o circo del mundo, que el trono del Espectador, el Hombre Universal, se levanta en su centro, y que con su mirada aquilina abarca en todo momento el conjunto del campo (igualmente antes y después de la actualización de cualquier acontecimiento particular), de manera que desde su punto de vista todos los acontecimientos están sucediendo siempre. Debemos transferir nuestra conciencia de ser desde nuestra posición en el campo donde se desarrolla la acción hasta el pabellón donde el Espectador, del que depende toda la representación, está cómodamente sentado.
» Pensemos que los rayos visuales por los que el Espectador está unido a cada actor, y según los cuales cada actor podría mirar hacia arriba (hacia dentro) al Espectador si tuivera suficiente capacidad de visión, son las líneas de fuerza, los hilos con los que el titiritero mueve las marionetas para sí mismo (que es toda la audiencia). Cada una de las marionetas-actores está convencida de su propia existencia independiente y de ser una entre otras, a las que ve en su entorno inmediato y a las que distingue por su nombre, apariencia y comportamiento. El Espectador no ve, y no puede ver, a los actores como ellos se ven a sí mismos, imperfectamente, sino que conoce el ser de cada uno como realmente es, es decir, no como alguien meramente activo en una posición local dada, sino simultáneamente en cada punto a lo largo de la línea de fuerza visual por la que la marioneta está unida a él, y principalmente en ese punto en el que todas las líneas convergen y donde el ser de todas las cosas coincide con el Ser en sí mismo. Allí, el ser de las marionetas subsiste como una razón eterna en el Intelecto eterno, llamado también Sol Celestial o Supremo, Luz de luces, Espíritu y Verdad.
» Supongamos ahora que el Espectador duerme: cuando cierra los ojos el universo desaparece, para reaparecer solamente cuando los abre de nuevo (...) para el Espectador central no hay sucesión de acontecimientos. Está siempre despierto y siempre dormido; a diferencia del marinero que a veces se sienta y pensa y a veces no piensa, nuestro Espectador se sienta y piensa y no piensa, ahora-siempre.
» Hemos trazado un esquema del cosmos y su "Ojo" vigilante. Sólo me falta añadir que el campo está dividido por una serie de vallas concéntricas cuyo número podemos considerar de veintiuno, aunque este número pueda ser variable. El Espectador se encuentra en el recinto o nivel vigésimoprimero contando a partir de la valla más exterior, que es la que define nuestro entorno. La actividad de cada actor o comparsa está limitada a las posibilidades ofrecidas por el espacio comprendido entre dos vallas sucesivas.»

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