sábado, 23 de julio de 2011

Walden y Del deber de la desobediencia civil, Thoreau (9)

Henry D. Thoreau, Walden y Del deber de la desobediencia civil, Ed. Juventud, pp. 396-397:
«Es una demanda ridícula la que formulan Inglaterra y América de que debes hablar de un modo que te comprendan. Ni los hombres ni los hongos crecen así. ¡Como si ello fuera importante y no hubiera ya suficientes que aparte de aquéllos, te comprendan! ¡Como si la naturaleza no pudiera permitirse más de un solo orden de inteligencia, no pudiera albergar aves amén de cuadrúpedos, seres voladores al igual que otros reptantes, como si ¡So! y ¡Arre!, que bien entiende el buey, fuera lo mejor del idioma! Como si la seguridad se encerrara solamente en la estupidez. Temo, sobre todo, que mi manera de expresarme no sea lo suficientemente extra-vagante, que no pueda proyectarse más allá de los límites angostos de mi experiencia cotidiana, con objeto de convenir con la verdad que me ha convencido. ¡Extra vagancia! depende de cómo te midan, de dónde te enchiqueren. El bisonte errante en busca de nuevos pastos en otras latitudes no es extravante como la vaca que cocea el cubo, salta el cercado y sale corriendo en pos de su ternero cuando va a ser ordeñada. Deseo habar en algún lugar sin límites.»

domingo, 17 de julio de 2011

Walden y Del deber de la desobediencia civil, Thoreau (8)

Henry D. Thoreau, Walden y Del deber de la desobediencia civil, Ed. Juventud, pp. 246-247:

«Que no responda a quien no tienen sobre ella más derecho que por título que le otorgara un vecino o una legislatura de mentalidad semejante. A él, que tan sólo pensó en su valor monetario, y cuya presencia acaso haya sido maldita para todas las riberas; un hombre que esquilmó las tierras que la rodeaban, y que de buena gana hubiese hecho otro tanto con sus aguas; que lamentaba únicamente que no se tratara de una pradera de heno inglés o de arándanos -pues nada había en ella que la redimiera, pensaba- y que la hubiera drenado y vendido por el barro de su lecho. Las aguas no movían su molino, y él no consideraba que fuera privilegio alguno el poder contemplarla. No me merecen respeto sus trabajos ni su granja, en la que todo tiene un precio; llevaría el paisaje, y a su Dios incluso, al mercado, si pudiera obtener algo por ellos; que acude a la lonja por su dios, que no es sino eso; en cuya alquería nada crece librememente; cuyos campos no producen cosecha, ni flores los prados, ni frutos los árboles, sino dólares; que no aprecia la belleza de lo que recolecta, lo cual no ha madurado hasta que no ha sido transformado en dinero. Dadme la pobreza que goza de la verdadera fortuna. Los granjeros son para mí respetables e interesantes en la medida en que son pobres; ¡agricultores pobres! ¡Una granja modelo!, ¡donde la casa se eleva como un hongo en un montón de fiemo, con dependencias para los hombres, los caballos, los bueyes y los cerdos, limpias unas, llenas de mugre otras, todas en sucesión! ¡Abastecidas de hombres! ¡Una gran mancha de grasa que hiede a estiércol y a suero de manteca! ¡En magnífico estado de cultivo, abonado con corazones y cerebros humanos! ¡Como si uno fuera a cultivar sus patatas en el camposanto! Así es una granja modelo.»,

viernes, 15 de julio de 2011

Walden y Del deber de la desobediencia civil, Thoreau (7)

Henry D. Thoreau, Walden y Del deber de la desobediencia civil, Ed. Juventud, p. 423:

«Si la injusticia forma parte de la necesaria fricción de toda máquina de gobierno, que siga, que siga. Quizá llegue a suavizarse con el desgaste; la máquina, ciertamente, lo hará. Si la injusticia tiene una polea, un muelle o una palanca exclusivos, puede que quizá podáis considerar si el remedio no será peor que la enfermedad; pero si es de naturaleza tal, que requiere de vosotros como agentes de injusticia para otros, entonces os digo: Romped la ley. Que vuestra vida sea una contrafricción que detenga la máquina. Lo que hay que hacer, en todo caso, es no prestarse a servir al mismo mal que se condena.»

miércoles, 13 de julio de 2011

Walden y Del deber de la desobediencia civil, H. Thoreau (6)

Henry D. Thoreau, Walden y Del deber de la desobediencia civil, Ed. Juventud, pp. 441-442:

«La autoridad del gobierno, aun aquella a la que estoy dispuesto a someterme -pues obedeceré prestamente a aquellos que saben y pueden hacer las cosas mejor que yo, y en muchos casos, hasta a quienes ni saben ni pueden tanto- es, con todo, todavía impura: para que aquél pueda ser estrictamente justo habrá de contar con la aprobación y consenso de los gobernados. No puede ejercer más derecho sobre mi persona y propiedad que el que yo le conceda. El progreso desde una monarquía absoluta a otra de carácter limitado es un avance hacia el verdadero respeto por el individuo. Incluso el filósofo chino fue lo suficiente sabio como para considerar al individuo base del Imperio. ¿Es la democracia, tal como la conocemos, el último logro posible en materia de gobierno? ¿No es posible dar un paso más hacia el reconocimiento y organización de los derechos del hombre? Nunca podrá haber un Estado realmente libre e iluminado hasta que no reconozca al individuo como poder superior independiente del que derivan el que a él le cabe y su autoridad, y, en consecuencia, le dé el tratamiento correspondiente. Me complazco imaginándome un Estado, al fin, que puede permitirse el ser justo con todos los hombres y acordar a cada individuo el respeto debido a un vecino; que incluso no consideraría improcedente a su propio reposo el que unos cuantos decidieran vivir marginados, sin interferir con él ni acogerse a él, pero cumpliendo con sus deberes de vecino y prójimo. Un Estado que produjese esta clase de fruto y acertase a desprenderse de él tan pronto como hubiese madurado prepararía el camino hacia otro más perfecto y glorioso, que también he soñado, pero del que no se ha visto aún traza alguna.»

domingo, 10 de julio de 2011

La rosa secreta y Leyendas de Hanrahan el Rojo, W.B. Yeats

W.B. Yeats, La rosa secreta y Leyendas de Hdanrahan el Rojo Ed. Valdemar, pp. 39-40, nota del traductor:

«Los Sidhe son genios o duendes en la literatura popular irlandesa. En relación con su concepción de lo histórico, en la literatura popular de Irlanda se mantiene constantemente cierta ambigüedad entre lo que ha sido humano y lo que pasa -después de haber recorrido la etapa heroica- a integrar el mundo perenne de los extraterrestres o genios y hadas. Así, si los ciclos épicos de la literatura clásica gaélica comienzan describiéndonos los diferentes pueblos anteriores a la implantación definitva de los que hablaban el gaélico (los cuales son designados, en tanto que raza, como los hijos de Mile), de forma inconsciente comprendemos que son esos mismos protopobladores de la isla, los Dedannan y los Femoré, los que después de vencidos integraron el pueblo de la oscuridad; identificar los Tuatha Dedannan y los Sidhe no parece demasiado complicado, ya que siempre se insiste en el carácter supra-humano de las hazañas de estos hombres, vencideos por los hijos de Mile en el segundo encuentro sangriento de Mag Tured. Pero de manera más sutil, en episodios épicos que se suponen ciertamente ocurridos en épocas plenamente históricas, como los héroes de la corte del rey Conchobar o los Aillil y Maeva del Connacht, después de haber sido los fundadores de estados, de haberse consolidado en el país irlandés, pasan, según la creencia popular, a integrar esta naturaleza diferente de la humana, la de los Sidhe.

En cierto modo, se constituyen así como capas sucesivas de generaciones que se funden en un ultramundo dotado luego de leyes uniformes, pero donde quizá los que lo componen, según su manera de integración, tienen en él jerarquías diferentes. Si Aengus, por ejemplo, era ya un Sidhe y casi un dios cuando viene al mundo a proteger en su huida a Darmuid y a Greinné, en una época en que estos últimos eran mortales, ¿cómo imaginar que en el ultramundo tengan los mismos poderes y funcionen en el mismo plano los seres del Sidhe que derivan de Darmuid y de Greinné?

Es interesante, sobre esta transposición de los hechos heroicos de una raza hacia un "illo tempore" de extensiones y características esencialmente ambiguas, leer las excelentes investigaciones que introducen los trabajos mounumentales de H.M. y Nora K. Chadwick, bajo el título revelador de The Heroic Age. »