«(Próspero)
(...) Y yo, Próspero, era
entre los duques el primero y el de más reputación
y dignidad, y sin rival algno en el estudio de las artes...
a las que dediqué todo mi afán. Yo dejé en sus manos (de su hermano)
el peso del gobierno, mientras poco a poco me convertía
en un intruso de mi propio Estado; tal era el éxtasis
que sentía por las ciencias de lo oculto...»
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W. Shakespeare, La tempestad, trad. M.A. Conejero Dionís-Bayer y Jenaro Talens, Ed. Cátedra, p. 125:
«(Próspero)
Por un raro accidente, mi fiel amiga hoy,
la generosa Fortuna, ha traído a mis enemigos
a esta orilla; y yo que leo el futuro
sé que mi cenit depende del auspicio de una estrella
y si no busco con halagos su influencia, si no la busco,
me abandonará mi suerte.»
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(Millais, Fernando tentando por Ariel)
W. Shakespeare, La tempestad, trad. M.A. Conejero Dionís-Bayer y Jenaro Talens, Ed. Cátedra, pp. 353-355:
«(Próspero)
Me parece, hijo mío, que algo os perturba
como si algo temierais. Alegraos, señor,
que ya terminó la fiesta. Los actores,
como ya os dije, eran espíritus y se desvanecieron
en el aire, en la levedad del aire.
Y de igual manera, la efímera obra de esta visión,
las altas torres que las nubes tocan, los palacios espléndidos,
los templos solemnes, el inmenso globo,
y todo lo que en él habita, se disolverá;
y tal como ocurre en esta vana ficción
desaparecerán sin dejar humo ni estela. Estamos hechos
de la misma materia que los sueños, y nuestra pequeña
vida cierra su círculo con un sueño»
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