viernes, 30 de julio de 2010

Filosofía antigua, misterios y magia, P. Kingsley (4)

Peter Kingsley, Filosofía antigua, misterios y magia, Ed. Siruela, pp. 480-481:
«Una última consideración, que es, sin embargo, la más importante de todas: dondequiera que abordamos el fenómeno de las tradiciones esotéricas, vemos, una y otra vez, que en ese marco lo que importa no son las ideas o doctrinas, sino la capacidad que cada uno de nosotros posee para descubrir la realidad de dichas ideas y enseñanzas y apropiárnoslas. En el plano teórico, ello significa también recalcar que ideas supuestamente esotéricas acerca del universo y del hombre son un secreto a voces porque la finalidad de la enseñanza verdaderamente esotérica no es la de llenar la mente del discípulo o alumno con teorías fascinantes, sino la de ofrecerle la oportunidad de convertir dichas ideas y teorías en algo real. En otras palabras, la función de dicha enseñanza es darle cada vez menos ofreciéndole más y más aspectos prácticos. Y desde un punto de vista más práctico, cuando leemos testimonios de encunetros con tradiciones esotéricas y de obediencia a una disciplina esotérica, es frecuente que el autor de dichos testimonios se queje porque cree recibir menos doctrina o enseñanza que las personas ajenas a dichas tradiciones esotéricas. Ello supone que, sea cual sea la manera como abordemos la cuestión, no ha de sorprender que Empédocles emplee la doctrina de la reencarnación en el marco de un poema exotérico como si de un escaparate se tratara, no sólo para atemorizar a su público, sino también para estimularlo; mientras que, paradójicamente, en el documento más esotérico puede parecer que, desde el punto de vista formal, Empédocles esté dando menos cuando en realidad está ofreciendo más, toda vez que al discípulo le proporciona los principios clave que, con el tiempo, le permitirán responder a cualqueir pregunta por sí mismo.»

jueves, 29 de julio de 2010

Thomas el oscuro, M. Blanchot

Maurice Blanchot, Thomas el oscuro, ed. Pre-Textos, p. 87:
«¿Devendré el universo en la noche? Siento que en cada parte de mí, invisible e inexistente, soy soberanamente visible por entero. Maravillosamente ligado, ofrezco en una imagen única la expresión del mundo. Sin color, adherido en ningún modo imaginable, sin ser tampoco el producto de un poderoso cerebro, soy la única imagen necesaria. En la retina del ojo absoluto, soy la pequeña imagen invertida de todas las cosas.»

miércoles, 28 de julio de 2010

La comunidad secreta, R. Kirk

Robert Kirk, La comunidad secreta, ed. Siruela, pp. 76-77:
«Sólo añadiré un caso más que le ocurrió a una joven doncella que vivía cerca del sitio en que yo había vivido anteriormente, y quien, en una noche, se aprendió una larga composición poética que le había sido repetida insistentemente por uno de nuestros despiertos y corteses espíritus, piadosa en parte, aunque supersticiosa en todo lo demás (dicho sea de paso, poseo un ejemplar), y que ninguna otra persona jamás había oído con anterioridad para haber podido repetírsela aparte del hecho de que aquella doncella hubiera sido incapaz de haberla compuesto por sí sola.»

martes, 27 de julio de 2010

En el laberinto, Karl Kerényi (2)

Karl Kerényi, En el laberinto, Ed. Siruela, p. 92:
«Las espirales dibujadas y bailadas representan la continuidad de la vida de las criaturas mortales más allá de su muerte paulatina: lo que en el plasma es función, aquí encarna precisamente el sentido

lunes, 26 de julio de 2010

En el laberinto, Karl Kerenyi

Karl Kerényi, En el laberinto, Ed. Siruela, p. 103:
«Un símbolo totalitario no puede ser solamente un símbolo inequívoco del sol como astro diurno. En Creta es posible que fuera un signo nocturno. El Minotauro en su centro, que también se representa con un esquema de marcha rápida -elevando las rodillas hasta formar un ángulo recto-, perdura como una criatura del inframundo, si bien este esquema parece unificar precisamente los dos aspectos de la esvástica: tanto si el movimiento es hacia la izquierda como hacia la derecha. La luz, la vida -o como se quiera denominar lo positivo, que es de lo que aquí se está tratando-, tampoco se extingue en el otro mundo; en otras palabras: ni tan siquiera el reino de los muertos, el Minotauro devorador, es inequívocamente negativo. La imagen del horrible hombre-toro varía con una estrella en el centro de la espiral-esvástica que corresponde al otro nombre del Minotauro: Asterio o Asterión. También varía con la luna que en todo tiempo renace el astro dominante del mitologema de Hainuwele-Perséfone. El laberinto, aunque siempre es nocturno y subterráneo en todas sus variaciones, es un símbolo de infinito.»

domingo, 25 de julio de 2010

El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, M. Eliade (5)

Mircea Eliade, El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Ed. Fondo Cultura Económica, pp. 384-385:
«Hemos dicho que la experiencia extática es un "fenómeno originario" porque no vemos razón alguna para considerarla como el producto de un determinado momento histórico, esto es, como engendrada por una cierta forma de civilización; nos inclinamos más bien a considerarla como constitutiva de la condición humana y, en consecuencia, conocida por la humanidad arcaica, en su totalidad; lo que se modificaba y cambiaba con las diferentes formas de cultura y de religión era la interpretación y la valoración de la expereincia extática. Ahora bien, ¿cuál era la situación histórico-religiosa en el Asia central y septentrional, en los lugares en que, posteriormente, el chamanismo cristalizó como un conjunto autónomo y específico? En todas estas comarcas, y desde los tiempos más remotos, era conocida la existencia de un Ser Supremo de estructura celeste, que, morfológicamente, se corresponde, por otra parte, con todos los demás Seres Supremos celestes de las religiones arcaicas (véase nuestro Traité d'histoire des religions, cap. II). El simbolismo de la ascensión, con todos los ritos y los mitos que de él dependen, debe relacionarse con los Seres Supremos celestes: ya sabemos que la "altura" era santificada como tal altura, que muchos dioses supremos de los pueblos arcaicos se llaman "El de lo alto", "El del Cielo" o simplemente "Cielo". Este simbolismo de la ascensión y de la "elevación" conserva su valor y su actualidad religiosos incluso después del "alejamiento" del Ser Supremo celeste; porque, como se sabe, los Seres Supremos pierden poco a poco su actualidad en el culto, dejan el sitio a figuras o a formas religiosas más "dinámicas" y más "familiares" (los dioses de la tormenta y de la fecundidad, los demiurgos, las almas de los muertos, las Grandes Diosas, etc.). El conjunto mágico-religioso que por costumbre recibe el nombre de matriarcado muestra con mayor clarridad la transformación del Dios celeste en un deus otiosus. La disminución, o incluso la total pérdida de la actualidad religiosa de los Seres Supremos uranios, está en ocasiones señalada en los mitos que aluden a una época primordial y paradisíaca en que las comunicaciones entre el Cielo y la Tierra eran fáciles y accesibles para todo el mundo; después de un acontecimiento cualquiera (y especialmente de una culpa contra algún rito), estas comunicaciones quedaron interrumpidas y los Seres Supremos se retrajeron al más alto de los Cielos. Repitámoslo: la desaparición del culto del Ser Supremo celeste no ha hecho caducar el simbolismo de la ascensión con todas sus consecuencias. Como hemos visto, este simbolismo aparece en todas partes, y en todos los textos histórico-religiosos. Ahora bien, el simbolismo de la ascensión desempeña un papel esencial en la ideología y las técnicas chamánicas.
»Hemos observado en el capítulo precedente en qué sentido el éxtasis chamánico podría ser considerado como una reactualización del illud tempus mítico en que los hombres podían comunicarse in concreto con el Cielo. Es indudable que la ascensión celeste del chamán (o del medicine-man, del mago, etc.) es una supervivencia, profundamente modificada y a a veces degradada, de esta ideología religiosa arcaica que tenía su centro en la fe en un Ser Supremo celeste y en la creencia de las comunicaciones concretas entre el Cielo y la Tierra.

sábado, 24 de julio de 2010

Filosofía antigua, misterios y magia, P. Kingsley (3)

Peter Kingsley, Filosofía antigua, misterios y magia, Ed. Atalanta, pp. 334-335:
«El primer aspecto que cabe considerar es que, de acuerdo con la leyenda del Etna y de la sandalia de bronce, el salto de Empédocles al fondo del volcán le ocasionó la muerte. En un contexto relacionado con el ritual -y ello, como hemos visto, es lo que aquí nos ocupa-, la muerte, y sobre todo la muerte en forma de un descenso a los infiernos, no constituye propiamente muerte alguna. Casi sin excepción, no es sino el primer paso en un proceso dinámico de muerte y de renacer a diferente nivel, con una nueva identidad. Por lo que respecta a la leyenda de Empédocles, no es en absoluto fortuito que sepamos que la secuencia ritual de descenso a los infiernos, muerte y regeneración fue practicada por los primeros pitagóricos en el Occidente griego (...)
»Para un griego morir y volver a nacer significaba morir mortalmente y volver a nacer inmortal o divino. Esta idea valía sobre todo para los primeros pitagóricos, en los círculos místicos del sur de Italia y Sicilia estrechamente asociados con el primer pitagorismo; y, a juzgar por los indicios al respecto en el Himno a Deméter, parece haber desempeñado también cierta relevancia en misterios asociados con Perséfone. Significativamente, el tema de la muerte e inmortalización rituales vuelve a aparecer en el papiro de París, en el que culmina en un ascenso al cielo. Bajo ideas diversas -muerte ritual y descenso, inmortalización y ascenso- no es dificil detectar un esquema subyacente de descenso a los infiernos como preludio de un ascenso al cielo. Esta aparente falta de lógica no es sino la lógica del mito. Se muere para volver a nacer; se desciende a las profundidades para ascender.»