domingo, 20 de marzo de 2011

Lo siniestro (3)

Sigmund Freud, Lo siniestro, Ed. López Crespo, pp 125-126 (fragmento de El hombre de arena, de E.T.A. Hoffmann):

»Nataniel, que había quedado solo en la galería, la recorría en todos sentidos, dando saltos y gritando: “Gira, gira círculo de fuego! ¡Gira!”. La multitud se había reunido, atraída por sus gritos, y entre la gente se veía a Coppelius que sobrepasaba a sus vecinos por su altura extraordinaria. Alguien propuso subir a la torre para apoderarse del insensato; pero Coppelius dijo sonriendo: “Esperad un poco; ya bajará solo”, y siguió mirando hacia arriba como los demás. Nataniel de pronto se detuvo y permaneció inmóvil. Miró hacia abajo y, distinguiendo a Coppelius, exclamó con voz penetrante: “¡Ah, hermosos ojos! ¡Bellos ojos!”, y se arrojó por encima de la barandilla del balcón. Cuando Nataniel quedó tendido sobre el pavimento, con la cabeza rota, Coppelius desapareció»

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