lunes, 13 de junio de 2011

El hombre de la arena y otras historias siniestras, E.T.A. Hoffamann

El hombre de la arena y otras historias siniestras, E.T.A. Hoffmann, Ed. Valdemar, pp. 125-128:
«(...) Cuando se aspira a alcanr lo más alto, no la sensualidad de la carne, como Tiziano, no, sino lo más alto de la divina Naturaleza, el fuego de Prometeo en los hombres... ¡Señor, Señor!... se encuentra uno al borde del precipicio, sobre un finísimo cable... ¡El abismo se abre a sus pies!... Sobre él planea el audaz argonauta, mas un engaño diabólico lo atrae al fondo... Allí ve lo que él quiso contemplar arriba, más allá de las estrellas. (...)
¡Qué cosa tan extraordinaria es la norma!... Todas las líneas se unen para alcanzar un propósito determinado, para producir un efecto que ha sido previsto con claridad. Sólo lo mensurable es puramente humano; lo que sobrepasa la medida trae desgracia, mal. Lo sobrehumano es cosa de Dios o del diablo; ¿acaso el hombre no debe superar a ambos en las matemáticas? ¿Acaso no es de agradecer que Dios nos haya creado expresamente para que nos ocupemos de lo que fue creado bajo normas y reglas, es decir, de lo puramente conmensurable (...)?
¡El ideal es un sueño estúpido y engañoso producido por el hervor de la sangre! ¡Fuera los botes de ahí, joven!... Voy a bajar. El diablo se divierte voviéndonos lcoos con marionetas a las que pone alas de ángel.
Sería imposible repeitr literalmente todo lo que dijo Berthold mientras pintaba y me trataba como si hubiera sido su ayudante. Continuó hablando en el mismo tono, mofándose con gran amargura de los límites de toda empresa humana. ¡Ah! El pintor parecía estar indagando en las profunidades de un espíritu herido de muerte cuyo lamento sólo pudiera expresarse con la más cortante de las ironías. Comenzaba a amanecer, el brillo de la antorcha languideció ante los nacientes rayos del sol. Berthold continuó pintando con energía y aplicación, aunque cada vez se sumía más y más en un profundo silencio, y tan sólo algunos sonidos aislados, y al final sólo algunos suspiros, se escapaban de vez en cuando de su pecho angustiado. »

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