viernes, 1 de abril de 2011

Atrapa el pez dorado. David Lynch


David Lynch, Atrapa el pez dorado. Meditación, conciencia y creatividad, Editorial Mondadori, p. 14.

«En julio de 1973 acudí al centro de Meditación Trascendental de Los Ángeles y conocí a una instructora que me gustó. Se parecía a Doris Day. Y me enseñó una técnica. Me dio un mantra, que es un pensamiento-vibración-sonido. No se medita sobre su significado, pero es un pensamiento-vibración-sonido muy específico.

»La instructora me condujo a una salita para que meditara por primera vez. Me senté, cerré los ojos, empecé a entonar el mantra y fue como si estuviera en un ascensor y cortar el cable. ¡Bum! Caí en la dicha, en pura dicha. Y ahí me quedé. Luego la maestra me avisó: “Hora de salir; ya han pasado veinte minutos”. Yo exclamé: “¡¿Ya han pasado veinte minutos?!”. Y me mandó callar porque había más gente meditando. Me resultó una experiencia familiar, pero a la vez nueva y poderosa. Desde entonces opino que la palabra “única” debería reservarse para esta experiencia.

»Te conduce a un océano de conciencia pura, de conocimiento puro. Pero te resulta familiar, eres tú. Y al instante emerge una sensación de felicidad: no de felicidad bobalicona, sino de honda belleza.»

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