sábado, 20 de agosto de 2011

Véase: amor, David Grossman



David Grossman, Véase: amor, pp. 128-129:

«Átomos de verdad indivisible. Verdad cristalina y última. Y Bruno la buscaba en todo: en la gente que encontraba, en los fragmentos de conversaciones que el viento le traía a sus oídos, en las coincidencias, en sí mismo; en cada libro que leía, intentaba buscar la frase única, la perla rara, que lleva al escritor a emprender un viaje de cientos de páginas. El mordisco de aquella verdad raramente lo había sentido en su carne. En la mayoría de los libros no se encontraban frases así. En los libros geniales a veces se encontraban dos o tres, que Bruno copiaba en su libreta. Tenía claro que así recogía, con esfuerzo y perseverancia, los fragmentos de una prueba intangible con los que alguna vez podría reconstruir el mosaico original. La verdad. Y cuando, más tarde, volvía a leer aquellas frases, no siempre sabía quién era su autor. A veces pensaba que una frase específica era de él, después se daba cuenta de que estaba equivocado. Eran parecidas todas. No hay en ello nada maravilloso, se decía: todas provienen de la misma fuente.»

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