martes, 30 de noviembre de 2010

El mito del eterno retorno, M. Eliade (2)


Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Ed. Alianza, pp. 95-96:

«El Dios -como tantas veces el "justo", el "inocente"- sufría sin ser culpable. Se le humillaba, se le golpeaba hasta sangrar, encerrado en un "pozo", es decir, en el infierno. Ahí es donde la Gran Diosa (o, en las versiones tardías y gnósticas, un "mensajero") le visitaba, le daba valor y le resucitaba. Ese mito tan consolador del sufrimiento del dios tardó mucho en desaparecer de la conciencia de los pueblos orientales. El profesor Geo Widengren, por ejemplo, cree volver a encontrarlo entre los prototipos maniqueístas y mandeanos»

sábado, 20 de noviembre de 2010

Los nombres secretos de Walter Benjamin, G. Scholem

Gershom Scholem, Los nombres secretos de Walter Benjamin, Ed. Trotta, pp. 71-72:
«El ángel que Paul Klee evoca en su pintura era ciertamente enigmático, si bien enigmático de un modo completamente diferente que el ángel, digamos, de las Elegías de Duino y otros poemas, en los cuales el elemento judío del mensajero que trae consigo un mensaje se ha perdido por completo. En hebreo, efectivamente, la palabra para “ángel” es idéntica a la que se emplea para “mensajero” (mal’aj) (…) A esto se añadía para benjamín otra concepción de la tradición judía: la del ángel personal de cada ser humano, que representa su más secreto yo y cuyo nombre, sin embargo, permanece para él oculto. En figura de ángel, pero en parte también en la de nombre secreto, el yo celestial del ser humano (como el de todo lo creado) está tejido en una cortina que cuelga delante del trono de Dios. Este ángel ciertamente puede también entrar en oposición y en una relación de tensión con la criatura terrenal a la que debe acompañar.»

domingo, 14 de noviembre de 2010

El mito del eterno retorno, Mircea Eliade

Mircea Eliade, El mito del eterno retorno, Ed. Alianza, p. 15:
«Pasaremos ahora a los actos humanos, naturalmente a los que no dependen del puro automatismo; su significación, su valor, no están vinculados a su magnitud física bruta, sino a la calidad que les da el ser reproducción de un acto primordial, repetición de un ejemplar mítico. La nutrición no es una simple operación fisiológica; renueva una comunión. El casamiento y la orgía colectiva nos remiten a prototipos míticos; se reiteran porque fueron consagrados en el origen (“en aquellos tiempos”, ab origine) por dioses, “antepasados” o héroes.
En el detalle de su comportamiento consciente, el “primitivo”, el hombre arcaico, no conoce ningún acto que no haya sido planteado y vivido anteriormente por otro, otro que no era un hombre. Lo que él hace, ya se hizo. Su vida es la repetición ininterrumpida de gestos inaugurados por otros.»